viernes, 22 de junio de 2012

¿Dónde estaba el púlpito de Jesús?

¿Qué diferencia hará lo que le predique a mi congregación?
¿Dónde estaba el púlpito de Jesús? Un doctor amigo me aconsejó una vez: «Gordon, cuando prepares el sermón asegúrate de que la última pregunta que te plantees antes de predicar sea: ¿Qué diferencia hará lo que le predique a mi congregación?

La mayoría de lo que conocemos como prédicas de Jesús las exponía en lugares en los que la gente pescaba, recolectaba impuestos y recogía su propia agua. Dio algunas charlas en sinagogas, pero la mayor cantidad del contacto con la gente se daba en los lugares donde estos vivían o trabajaban.

Un predicador (en el caso de que no comparta tiempo con un equipo de predicadores) quizás no reciba más de treinta y cinco oportunidades para predicar y dirigirse a la congregación en el transcurso de un año. Si a esto le descontamos las vacaciones, predicadores invitados, y temas especiales (se me ocurren la Cuaresma o la Navidad), entonces quizás hasta treinta y cinco oportunidades sea mucho calcular.

Entonces, si uno cuenta con treinta y cinco oportunidades para hablarle a la gente en un culto, como el del domingo, ¿cuáles serán los temas a tratar? ¿Y cómo se comunicará con las distintas personas que concurren ese día?

En la mayoría de las iglesias, quizás contemos con cinco generaciones culturales distintas que están en conjunto adorando a Dios. Pensemos en un rango que va de los diez a los noventa y siete años de edad. Puedo afirmar que ese rango se observa en la iglesia de New Hampshire en la que fui pastor durante los últimos años (ahora ya no lo soy).

Un domingo obtuve distintas reacciones a mi sermón, de un niño de siete años y de un hombre (muy despierto) de noventa y siete. Un gran rango de edades.

En un libro que escribí recientemente, A Resilient Life (Una vida resistente), sugiero que es necesario entender a todas estas generaciones y formular preguntas temáticas reflexivas que sean particulares para cada década de la vida (vea más adelante).

Pienso en estas preguntas temáticas cada vez que preparo el sermón. A mis sesenta años de edad soy consciente de que las preguntas temáticas que me planteo en esta etapa son totalmente distintas a las que me planteaba a los treinta años.

Cuando era pastor a los treinta años, me preguntaba por qué los hombres de la edad mía ahora me hablaban tan poco acerca de lo que pensaban o de sus asuntos personales.

Ahora sé por qué.

Creían que yo no entendería lo que les preocupaba.

Hoy día jamás «aburriría» a las personas de treinta años con mis preguntas personales. Tendrían que preguntarme, y yo tendría que sentirme seguro de que no me eludirán ni se reirán de mí.

Pienso nuevamente en ese grupo de hombres con los que me encontraba cada semana, hombres que en el transcurso del tiempo que compartimos plantearon su historia para que todos los demás la escucháramos. Y me pregunto: Si conociera la historia de cada miembro de la congregación, ¿Cómo cambiaría mi forma de predicar?

Es ahí cuando pienso en el diálogo que se desarrolló entre Jesús y la mujer de Sicar, con la que se encontró en el pozo. ¿Qué fue lo que logró una conversación tan poderosa, tan transformadora, tan ingeniosa que desencadenó que una ciudad entera se fuera a sentar a los pies de Cristo? La respuesta es: él conocía su historia, y ella sabía que él la conocía.

Si puede conocer hasta ese punto la vida de una persona, la prédica tocará esa vida.

Preguntas por décadaCuando les predico a los que tienen alrededor de veinte años, sé que se plantean preguntas como:

1. ¿Qué me diferencia de mi familia o de la gente que me rodea?
2. ¿Hacia dónde debo llevar mi vida para comenzar a ser independiente?
3. ¿Soy capaz de amar y de ser amado?
4. ¿En qué centraré mi vida?

Los que tienen alrededor de treinta años suelen haber acumulado responsabilidades a largo plazo: esposas, hijos, deudas y necesidades económicas. De pronto la vida se ha colmado de responsabilidades. El tiempo y las prioridades se vuelven importantes. Los niveles de fatiga y estrés aumentan.
Las preguntas comienzan a ser:

1. ¿Cómo puedo realizar todas estas tareas de las que soy responsable?
2. ¿Por qué enfrento tantas dudas acerca de mí mismo?
3. ¿Por qué siento tanta confusión en el área espiritual?
4. ¿Qué fue de aquel tiempo en el que pasaba tan buenos momentos?
5. ¿Por qué todavía no he resuelto todos mis problemas con el pecado?
6. ¿Por qué dispongo de tan poco tiempo para mis amistades?

Las preguntas que se plantean aquellos que tienen alrededor de cuarenta años no son para nada fáciles. Ahora se preguntan:

1. ¿Por qué algunos de mis pares consiguen desenvolverse mejor que yo?
2. ¿Por qué me decepciono tanto de mí mismo y de los demás?
3. ¿Por qué no ha aumentado mi fe?
4. ¿Por qué mi matrimonio ya no resplandece?
5. ¿Por qué anhelo volver a los días de mi juventud en los que me sentía despreocupado?
6. ¿Debería limitar algunos de mis sueños?
7. ¿Por qué ya no me siento atractivo?

Las personas que tienen alrededor de cincuenta años se preguntan:

1. ¿Los chicos jóvenes piensan que soy obsoleto?
2. ¿Por qué mi cuerpo se está volviendo cada vez menos fiable?
3. ¿Por qué crecen tan poco mis amistades?
4. ¿Qué tengo en común con mi esposa ahora que nuestros hijos ya se van?
5. ¿Mi matrimonio me ofrece algún tipo de intimidad?
6. ¿Por qué ya no siento mi trabajo como una experiencia gratificante?
7. ¿Ya se fueron los mejores años de la vida?
8. ¿Todavía me queda algo valioso para dar?

Aquellos que transitan los sesenta años se preguntan:

1. ¿Por cuánto tiempo podré seguir practicando las actividades que me identifican?
2. ¿Por qué mis pares se ven mucho más viejos que yo?
3. ¿Qué significa volverse viejo?
4. ¿Cómo puedo resolver angustias y resentimientos que nunca he resuelto?
5. ¿Por qué cuando me reúno con mis amigos hablamos tanto acerca de la muerte?

Aquellos que tienen más de setenta años se preguntan:

1. ¿Alguien de los que están aquí sabrá quién fui yo alguna vez?
2. ¿Cómo puedo enfrentar todas estas debilidades que me embargan y que van en aumento?
3. ¿Cuántos años me quedan de vida?
4. ¿Por cuánto tiempo más podré seguir siendo independiente y no perder la dignidad?
5. Cuando muera, ¿cómo será?
6. ¿Qué pasará con todas aquellas metas que alguna vez quise alcanzar (o lo que pretendí ser) y nunca he podido concretarlas?

¿Puede un sermón responder a todos estos dilemas? Para muchos oyentes, los sermones que ignoren estas preguntas, serán ajenos, lejanos a su realidad.

En este tipo de temas, que van cambiando con los años, el predicador puede considerar los temores, los fracasos y remordimientos, los anhelos y oportunidades, traer palabras de esperanza y claridad, y tocar la vida de la persona con la presencia de Cristo.
 
 

Bosquejo de sermón: Cuando «un» evangelio no es «el» Evangelio

La iglesia de hoy debe luchar por mantener la integridad del evangelio. Texto bíblico: Gálatas 1.6–10
Bosquejo de sermón: Cuando «un» evangelio no es «el» Evangelio
Cuando usamos el término «evangelio», todo tipo de imágenes comienzan a aparecer en la mente de las personas. Si pensamos en Jesucristo, su muerte expiatoria, su sepultura, su resurrección, la fe solo en Cristo, entonces contemplamos las verdades bíblicas presentadas en el evangelio. Pero cuando la gente comienza a aventurarse fuera de este contenido, en la arena de la capacidad humana, entonces hemos dejado de lado la integridad del evangelio.

El apóstol Pablo después de su saludo su la Epístola a los Gálatas, de inmediato se lanza al corazón de su preocupación ellos: ¡habían abandonado el evangelio! Habían dejado que los judaizantes los engañaran con su «Jesús más el evangelio de las obras». De manera que la advertencia del apóstol les suena como una tormenta tropical.

Hoy la advertencia del apóstol sigue en pie. El evangelio no ha cambiado con el paso del tiempo. ¿Cómo nos afecta en el siglo veintiuno la naturaleza inmutable del Evangelio?

I. La iglesia enfrenta el mismo peligro de siempre
Lo que ocurrió en Galacia con el evangelio se ha repetido a lo largo de la historia del cristianismo. Siempre han aparecido personas que niegan la enseñanza de las Escrituras en cuanto al evangelio, o han incurrido en interpretaciones de las Escrituras centradas en el hombre y, por lo tanto, han abandonado el evangelio de Jesucristo. Esto no se refiere solo a una diferencia de opinión en algún área no esencial. ¡Este es el corazón y el alma de la revelación bíblica acerca de Dios y del hombre!

Pablo estaba aturdido, sorprendido y perplejo porque los gálatas «con tanta rapidez» habían abandonado a Dios, que los había llamado por gracia a la obra perfecta de Cristo. Francamente, espero que consigamos identificarnos con el Apóstol, de esa manera, crecería en nosotros una santa pasión por la pureza del evangelio de Jesucristo. ¿Para qué debemos cultivar pasión por el evangelio de Jesucristo?

Para …

1. No abandonar el evangelio de Jesucristo por uno diferente

Uso del tiempo presente del verbo «abandonar» señala que los gálatas estaban en el proceso de desertar y todavía no habían completado su abandono del evangelio. El peligro era que dejaran el evangelio de la gracia por pretender una salvación por las obras de la ley. La buena noticia es que todavía quedaba esperanza para ellos, por eso Pablo les escribe para atraer su atención hacia el evangelio de Jesucristo: «Me asombra que así de rápido estéis desertando del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente» (v. 6).

Por «diferente», Pablo expresa la idea de «una diferencia de naturaleza». El autor lo califica en el versículo 7, ni siquiera es un evangelio. El evangelio es la buena noticia de Jesucristo y su obra redentora en favor de los pecadores. Nada menos que esto es «una buena noticia».

Lo irónico es que la enseñanza que quiso pasar por «el evangelio» ante los Gálatas traicionaba por completo el corazón del evangelio. La reconciliación con Dios es posible solo cuando la enemistad con él se elimina en Cristo. La historia había demostrado que nunca el cumplimiento de la Ley había salvado a nadie de sus pecados; la intervención divina y la gracia de Dios siempre han sido imprescindibles. Ahora, los judaizantes querían someter a los gálatas a esta misma dependencia de la Ley para su salvación, que en realidad era depender de las propias capacidades para eliminar la enemistad con Dios. Jamás había sucedido y ¡pretendían engañarlos para que pensaran que esta vez sí pasaría!

2. No distorcionar la verdad del evangelio v. 7

Distorcionar el evangelio implica una perversión o una tergiversación de la verdad. Se trata de una ligera manipulación de la verdad evangélica para darle un enfoque centrado en el hombre en lugar de un enfoque centrado en Dios. El que enseña se aparta con mucha sutileza de solo Cristo, solo la gracia y solo la fe, para depender de la carne o de técnicas o de una organización o de otra persona. Estos falsos maestros probablemente alegaban ser misioneros como Pablo y estar de acuerdo con todo lo que él predicaba, pero añadieron lo que consideraban que el apóstol había dejado por fuera. Aquí es donde las palabras y términos que utilizamos son importantes para definir con precisión qué es y qué no es el evangelio.

¡Sí, debemos abarcar toda la verdad del evangelio! Pero dar un toque aquí y una adición más allá, ¡no! Esa es la trampa diabólica para evitar que los hombres entiendan que solo Cristo puede salvarlos.

¿Cómo se pervierte el evangelio en nuestros días? ¡Sorprente hasta qué punto los que profesan creer en el evangelio se han apartado de él en su anuncio! El enfoque centrado en el hombre para la salvación desprecia la gracia soberana de Dios, pasa por alto la necesidad de la obra propiciatoria de Cristo y no ve la necesidad de la obra regeneradora del Espíritu Santo. Los hombres se han aferrado a su propio poder para salvarse a través de clichés y fórmulas preempaquetadas como medios de salvación. A la convicción de pecado la han reemplazado porque ven el evangelio como un medio de automejoramiento. A la obra de la cruz la han despojado de todo sentido de satisfacer las demandas judiciales de Dios sobre la infracciones de la ley. La fe en Cristo, que abandona la autodependencia, se ha intercambiado por rezar una breve oración que garantiza resultados. Solo tenemos que fijarnos en la condición general del carácter y la espiritualidad en la Iglesia para comprender que todo lo que las multitudes han profesado acerca del evangelio, no posee la obra salvadora de Cristo.

El énfasis del evangelio no está en lo que hacemos, sino en lo que Cristo ha hecho en nuestro nombre. El evangelio es la buena noticia de que Jesucristo murió por los pecadores. Su muerte satisfizo la justicia de Dios, para que con justicia seamos declarados justos delante de Dios. Su resurrección confirmó que la pena que cada uno debía pagar por su pecado ya Cristo la pagó y Dios la ha aceptado. Ahora este poder de la resurrección opera en nosotros los que creemos: nos trae a la vida en Cristo Jesús.

¿Cómo debe responder el pecador ante este evangelio? Arrepentido. Debe arrepentirse ante Dios ,el único que salva, de sus pecados y de su egocentrismo, y creer en Jesucristo como el Hijo de Dios, «que se entregó por nuestros pecados, que puede librarnos de este presente siglo malo» (Gá 1.4).

II. Cualquiera es tentado distorcionar el evangelio
Pablo declara anatema a cualquiera que al predicar distorcione el evangelio. La palabra significa «sea entregado por completo a la destrucción». Pablo celaba tanto la pureza del evangelio que les asegura que añadir o quitarle en lo más mínico dio a luz a la mayor maldición: «¡Sea anatema!»

1. Una inclusión
«O cualquiera de nosotros». Se asegura de que los gálatas no imaginen que simplemente trata de cubrir su territorio, como si estuviera molesto de que hubiera otros maestros. ¡Se habría regocijado con cualquier persona que se uniera a él en la predicación del evangelio! Se incluye a sí mismo y a sus compañeros de ministerio cuando habla de la predicación de «un evangelio diferente»: «Pero aunque nosotros o un ángel del cielo os anunciara un evangelio distinto del que hemos predicado».

La preocupación de Pablo, y la nuestra, gira en torno a las personas que estarían de acuerdo con mucho de la enseñanza de la Biblia acerca de Cristo, pero retuercen un poco lo que es necesario para la salvación o eliminan otra verdad que la Biblia declara esencial para la salvación.

La advertencia de este texto es clara: ¡cualquiera de nosotros puede caer en herejía, en cuanto al evangelio! Tenemos que cuidarnos para que no nos encontremos entre este mismo anatema apostólico..

2. Una exclusividad

Pablo quería que los gálatas entendieran a qué se refería con el evangelio en sus amonestaciones. La primera vez que lo identifica como «lo que hemos predicado», y luego le da una mayor clarificación, ya que es «lo que han recibido». El evangelio lo predicó por primera vez nuestro Señor, y luego, los apóstoles. Pablo se refiere a la buena noticia proclamada con autoridad apostólica. El evangelio es verdad que puede ser escrita y hablada, pero al mismo tiempo debe ser vivida. Los gálatas habían escuchado el evangelio proclamado y había respondido con la fe que imparte la verdad.

El evangelio se recibe. Se trata de la experiencia. Mi amigo, tú puedes escuchar el evangelio una y otra vez hasta que cites esa verdad en tu sueño, pero si no la recibes por fe, realmente todavía no conocen el poder salvador del evangelio de Jesucristo. El énfasis de Pablo está en un evangelio que no solo se predica, sino que además «se recibe», es decir, se vive.

El falso evangelio de los judaizantes no salvaba, eso sí, dejaba a la persona atada a la más rígida servidumbre. Recibir el evangelio significa recibir a la persona del evangelio, a Jesucristo mismo. En efecto, Cristo es el único contenido del evangelio. Dios mismo viene a la tierra en favor de los pecadores, cumple la ley en nombre de los pecadores, para imputar su justicia a la cuenta de los pecadores, y muere siendo justo para justificar a los pecadores. Pablo les recordó a los gálatas que esta obra de Dios es la que los libra, la inmerecida gracia de la salvación a través de Cristo era lo que habían recibido por la fe.

Por eso es exclusivo y excluyene: porque lo que se predica es único y porque lo que se recibe también es único. No puedes agregarle nada más.

III. El verdadero evangelio se distingue
El versículo 10 muestra que a Pablo lo acusaban de ser un maestro light debido a su predicación de solo gracia. Él insiste en que su mensaje en realidad se centra en Dios porque él hubiera alcanzado mucha más popularidad si hubiera proclamado un mensaje centrado en el hombre en lugar de un mensaje centrado en Dios. «Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres [lo que implica que de ese modo habría predicado un evangelio centrado en el hombre si hubiera hecho un llamamiento a la carne], o de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Si estuviera tratando de agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo». Este evangelio es el evangelio de solo Cristo, por lo tanto, debe ser de solo gracia, y, necesariamente, de solo fe.

Pablo estaba más interesado en ser un siervo de Cristo que conseguir «decisiones por Cristo» a costa de comprometer la integridad del evangelio. Sabía su responsabilidad de rendir cuentas de cómo expuso el evangelio. Nosotros tampoco quedamos excluidos de rendir cuentas. Así como Pablo exhortó a los gálatas, también nos exhorta sobre la pureza, la veracidad y confiabilidad del evangelio de Jesucristo.

1. ¿Siervos o personas complacientes?
Seamos claros, ¡no participamos en un concurso de popularidad! Por su naturaleza, el evangelio es ofensivo, ya que declara que los hombres están enemistados con Dios. Se le anuncia a las personas que aparte de Jesucristo y este crucificado no les aguarda ninguna esperanza. Se les deja con las manos vacías, sin nada que ofrecer a Dios a fin de merecer su salvación.

Pablo nos explica que las personas que buscan agradar a la gente no pueden ser siervos de Cristo. «Si yo buscara agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo». Como afirmó un escritor, «el siervo de Cristo no es libre de ofrecer o negar su servicio, su vida no es suya, sino que pertenece por entero a su Señor». [Leon Morris, Gálatas: Carta de Pablo de la libertad cristiana].

¿Cómo podemos caer en el peligro de ser hombres que buscan agradar con el evangelio? Cuando nuestra atención se centra en impresionar a los demás con nuestras proezas de evangelización, entonces hemos comenzado a buscar el favor de los hombres. Cuando somos capaces de adulterar el mensaje del evangelio con el argumento de que tratamos de ser más «amigables», ya buscamos el favor de los hombres y no de Dios. Cuando somos capaces de eliminar o pasar por alto la cruz de Cristo y su centralidad en el mensaje del evangelio, dando énfasis a alguna confesión exterior, entonces tratamos de agradar a los hombres.

2. Solo Cristo

El énfasis del apóstol en versículos 6 y 7 en «la gracia de Cristo» y «el evangelio de Cristo », destaca el hecho de que nuestra salvación está en Cristo. No está en la iglesia, ni en el bautismo, ni en nuestras propias obras de justicia. No es Cristo y algo más lo que te salva, como algunos pretenden enseñar. No es Cristo además de tu mérito, ni Cristo además de tu penitencia, ni Cristo además de tu servicio. Si confías en Cristo más algo más, entonces has perdido el evangelio. Tan pronto como le añadas algo a la suficiencia de Jesucristo y a la fe en él para salvación, te has adoptado un falso evangelio.

Conclusión

Todos los que son verdaderamente salvos representemos la pureza del evangelio de Jesucristo. Batallamos contra muchas tentaciones que nos rodean para que adulteremos la integridad del evangelio por tartar de ablandarlo y así resulte más atractivo para la carne. Vamos a resistir con firmeza a tales tentaciones. ¡Vamos a perseverar en el mismo evangelio de Cristo que nos salvó y nos sostendrá durante toda la eternidad! Vamos a proclamar el evangelio con valentía y libertad, reconociendo que «es el poder de Dios para salvación a todo aquel que cree» (Ro 1.16).